10 aprendizajes de una asociación fallida

10 aprendizajes de una asociación fallida

Mi mamá, quien fuese mi primer ejemplo de vida corporativa, me enseñó que el matrimonio es como una sociedad empresarial donde las partes deben comprometerse a aportar trabajo por igual y a arriesgar también por igual. Que la sociedad matrimonial pasará por varias crisis y que se estará en desacuerdo con frecuencia. En cuanto a la parte positiva de la misma, no recuerdo escucharla resaltando las ventajas, solo que había que ser persistente en el compromiso hasta que la entidad divina lo decidiera. Sabia mujer, que se quedó con la mejor parte cuando su propia sociedad llegó a su fin.

Sociedades… Me bastó solo una experiencia emprendedora en dúo para darme cuenta de que, para mí, era un arte abstracto en el que no tenía habilidad alguna. Habilidades técnicas sí, pero de las que no se pueden ver, no. Resulta paradójico cuando el trabajo en equipo se me da tan bien pero el trabajo de ser socia no tanto. Nuevamente paradójico, cuando mi mejor sociedad ha sido mi matrimonio.

Retomando mi experiencia fallida de crear empresa en forma de sociedad, quisiera listar a continuación 10 vainas buenas y malas que aprendí del asunto:

1. Es obligatorio y de toda obligatoriedad, conocer a fondo a la persona con la que atarás el nudo, que se compartan los mismos valores y filosofía. Esto será definitivo para asegurar que del ADN del futuro proyecto saldrán bebés con dos manos y dos pies.

2. Asegurar que la intención de emprender sea la misma. No vasta con coincidir en la urgencia de que la empresa sea la número uno en su industria. La intención debería trascender hacia el proceso de hacer las cosas bien y como en palacio, lento pero seguro.

3. Si surge de una amistad, establecer límites podría ser un requisito. Si tenemos en cuenta que una verdadera amistad no requiere de fijar límites, habrá que asumir el riesgo de perder un amigo para ganar un socio, o a la inversa.

4. Como en los matrimonios, se tendrán amigos en común, quienes darán su opinión sobre lo que no les gusta de tu socio. La duda no puede entrar por la puerta en forma de opinión de una persona que no está cargando las vigas de la empresa que intentas construir.

5. La visión común debe partir de las diferencias de cada socio. Las diferencias permiten además que haya un intercambio de puntos de vista, y entre más aristas más oportunidades de hacer negocio. No solo los polos opuestos se atraen, también permiten que haya funcionalidad.

6. Una comunicación clara y oportuna debería quedar registrada en actas. No exagero al sugerirlo. Las conversaciones importantes en un bar un sábado en la noche, deben tratarse con formalidad para evitar las suposiciones y metidas de pata futuras.

7. La experiencia no es de tipo balanza, es más de montaña rusa y es lo que se necesita, pues es la manera más certera de aprender a controlar las subidas y bajadas que vendrán más adelante en el mercado de tu negocio.

8. No existe el matrimonio perfecto, así que mucho menos la sociedad perfecta. No existe la perfección al emprender.

9. Hay errores que son tan caros que el aprendizaje de ellos queda en segundo plano, así que habrá que secarse las lágrimas y pasar al siguiente capítulo. El reconocimiento de la mea culpa ya es suficiente castigo.

10. Lo de «ni tú ni nadie puede cambiarme…» es el mayor obstáculo en una sociedad. Cuando se da el sí, es un sí para apartar los egos y ceder un poco, y algunas veces ceder mucho. No podemos empezar una sociedad pensando en que podrás cambiar el carácter de tu socio o que éste ti-e-ne que aceptarte tal y cómo eres. El proyecto es el de construir una empresa, no el de reprogramar actitudes.

Sea como sea, el mundo corporativo ofrece infinidad de modalidades para la aventura. En ocasiones, se podrá elegir iniciarla acompañado y terminarla en solitario, o invitar a más socios a unirse, o empezar con cinco mentes talentosas y que al final quede solo una que le compre su parte a las demás, o que simplemente no funcione y se entierre el emprendimiento, o etc., etc. La belleza aquí radica en que las sociedades aportan y quitan mucho, pero siempre construyen algo aunque lleguen a su fin.

Muchas gracias por leer y hasta la próxima vaina.

Sandra.

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