El «peor» empleo del mundo lo tienen papá, mamá, esposo, esposa o persona a cargo de la tortura doméstica cuando lavan la ropa interior. El «peor» empleo del mundo lo tiene la persona encargada de la limpieza de la oficina que se encuentra con los restos de una batalla campal en el baño. El «peor» empleo del mundo tiene un conjunto de valores que muchos profesionales se niegan a desarrollar más por incomodidad que por otra cosa.
Seamos honestos, la limpieza y el orden de nuestro espacio son responsabilidades de adulto funcional que ningún profesional —con títulos y demás estrellitas— desea incluir en su currículo, porque se supone que esa habilidad ejecutiva ya está incluida.
Pregunto entonces:
¿Eres de los que usa el baño y te da igual cómo quede porque para eso está la persona que limpia? ¿Acumulas las tazas sucias para que el hada madrina aparezca y haga su magia? ¿Dejas una estela de azúcar en la mesa del comedor porque te falla la puntería y sabes que el hada acudirá siempre?
Si has contestado afirmativamente o le restas importancia a este asunto, tengo malas noticias para ti: Tus aptitudes en planeación y organización necesitan un cambio de sistema operativo urgente porque la armonía física de tu entorno es un reflejo directo de tus habilidades blandas y de tus estructuras mentales para lograr el éxito. Léelo otra vez.
Me siento en el deber moral de aclarar que yo misma odio las labores domésticas (tal vez lo único que odie en mi vida) y que a veces las procrastine porque el tiempo que ocupan y la poca diversión que ofrecen me espantan. Pero… odiaría más no ser congruente con mis principios de humana integral que agradece el orden y el olor a pino para facilitar el desarrollo de ese talento que me da propósito: El talento de crear.
¿Exagero? Pues veámoslo:
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- Calcetines tirados en el pasillo todo el fin de semana: Exteriorización de obstáculos que no se quieren superar.
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- Bandeja de documentos por archivar sin archivar: El pasado tomando las riendas.
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- Baño como parque acuático de Disney: Aspersión de apatía.
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- Escritorio saturado de cosas que no se utilizan: Desaprovechamiento de recursos.
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- Cama sin hacer por tres días: Tareas sin completar que se acumulan y aun así no entiendes por qué tu vida no avanza y es un caos.
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- 25.603 correos electrónicos en la bandeja de entrada: Apego excesivo.
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- Ropa sucia que ya no cabe en la cesta: Visualización del monte Everest que algún día quieres escalar pero la procrastinación se interpone.
Mi madre me enseñó que la limpieza y el orden eran el salvavidas de la pobreza, sobre todo de la espiritual. Me enseñó también que para ser independiente y lo que me diera la gana debía ocuparme primero de mis responsabilidades más básicas para que todo lo demás se viera regido por el mismo principio. Pero lo más importante que me enseñó fue esta declaración: «¡Qué vergüenza con la visita que llegue y vea este chiquero!». Esto último me ha marcado…
Una carrera profesional que empieza desde abajo podría incluir responsabilidades de limpieza, mensajería, bodega, llamadas telefónicas o de esas tareas que nadie más quiere hacer. Pero en mi opinión, empezar desde abajo es más de desaprender, eliminar, priorizar, involucrarse y agradecer, porque lo que se aprende intencionalmente desde el principio sobrevive a cualquier crisis.
Te estarás preguntando qué tienen que ver tus valores con el polvo de un mes acumulado en tu escritorio. Tiene que ver con lo siguiente:
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- Si respetas tu espacio y el de los demás, se respirará respeto en tus relaciones.
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- Si la humildad supera el prejuicio de «para eso no me pagan», te mantendrás humilde en el éxito.
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- Si usas tu solidaridad en la consecución de una meta común, como cuidar el espacio que habitas, entonces tu propósito personal hará parte de algo más grande y con mayor impacto.
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- Si tu deber es conservar todo con claridad y orden para tu cliente porque te reconocen por ello, entonces tu ética será congruente con tu identidad.
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- Si la discusión de tus diferencias con otros es sana y constructiva, entonces tu tolerancia te guiará a trazar límites donde haga falta y a ponerte al servicio de quien te necesite.
Empieza a rescatar tus valores, a transformarte con ellos y sobre todo, no permitas que el desorden de tu escritorio hable a tus espaldas, porque créeme, lo hace.
Antes de terminar, quisiera recordarte, que tu peor experiencia laboral es de hecho lo mejor que puede pasarte, porque es justo en ese momento que decides qué tipo de persona/profesional quieres ser.
Gracias infinitas por leer y hasta la próxima vaina.
Tu coach, Sandra.
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