Un hábito a propósito y con propósito resuelve un problema recurrente. Repetimos conductas que funcionan porque representan un beneficio. Cuando hay beneficio damos solución a un problema. Solucionar problemas genera cambio. La acumulación de cambios se traduce en transformación.
Es la argumentación más sintetizada y concisa sobre por qué te convendría tener un jardín colorido de hábitos que deberías empezar a cultivar más temprano que tarde.
Nuestros hábitos malos/no productivos/de relleno son la reacción a dos amenazas: el temor al fracaso que aún no ha sucedido y la ausencia de confianza en nuestros talentos.
Por otro lado, el ego es el administrador designado para gestionar dichas amenazas. Designado por nosotros mismos, porque estamos tan paralizados por el exceso de análisis que es más conveniente que alguien más tome el timón de nuestra existencia.
Huir de nuestra propia transformación nos lleva a procrastinar, que es la decisión defensiva de estar ciegos, sordos y mudos para que los temores no nos encuentren atractivos y nos ignoren. Pero lo que sucede en realidad es que estamos rindiéndonos sin ni siquiera empuñar las armas.
¿Ya sientes hartura de está situación? ¿Te has dado cuenta, finalmente, que tus días son una fotocopia diaria de inacción? ¿Reconoces que la responsabilidad de cambiar tu historia es exclusivamente tuya? Si has respondido sí, bravo por tu valentía. Si aún no tienes respuestas, aquí estoy para servirte si necesitas ayuda para encontrarlas.
Empecemos con la siguiente guía de transformación, la misma que inicié yo hace algunos años cuando respondí con un sí rotundo y con un llanto de ira a las preguntas anteriores:
Eliminar, reducir, reemplazar:
Es una primera etapa bastante compleja, porque necesitas despojarte de tu tablero de mando anticuado. Es como cambiar de Atari a Playstation pero usando el control del primero. Así funcionan nuestras estructuras mentales, son resistentes al cambio hasta que prueban el beneficio y se abren a la actualización.
Se empieza por eliminar las conductas dañinas, esas que te llevan en piloto automático y anulan tus emociones. Luego, pasamos a inventariar nuestros talentos para reducir la lista a los que se ajustan a la necesidad de nuestro sueño/proyecto/idea y después decidir cuáles se quedan y cuáles hay que dejar ir. Una vez con la carga ligera se reemplazan las estructuras mentales por unas más capaces de convertir intención en acción.
Ejemplo:
Juana es sedentaria y empieza a notar una grieta en su salud. Su sueño es hacer el Camino de Santiago, pero con su condición actual no lo hace viable. Ha decidido hartarse de su situación y empieza por eliminar las actividades que realiza sentada y no son trascendentales, como ver la televisión por horas. Reduce el tiempo que permanece sentada en actividades que sí debe hacer, aumentando la frecuencia de pausas activas, como levantarse cada veinte minutos de su silla para andar cien pasos por su oficina. El tiempo que ha recuperado al abandonar la distracción de la tele, lo ha reemplazado por dar largos paseos como entrenamiento y estudiar la ruta del Camino de Santiago.
Juana ha dado el primer paso, y está más cerca que antes de ser una persona nueva.
Señal, rutina y recompensa:
Entrenar nuestro cerebro es cuestión de ciencia, pues es una red biológica de materia y energía que trabaja condicionado por la salud física y mental y por el entorno al que le sometemos. Teniendo en cuenta lo segundo, tenemos la posibilidad de reprogramarlo creando nuevas estructuras cognitivas a través de la adopción de nuevos hábitos.
Estas nuevas estructuras cognitivas se construyen con la secuencia: señal, rutina y recompensa. La señal es la que nos sirve de gatillo para generar la acción, la rutina es el desarrollo de la misma acción y la recompensa es el beneficio al final de la secuencia cuyo objetivo es hacernos regresar al día siguiente para repetir.
Volviendo con el ejemplo de Juana, ella ha decidido usar como señal sus zapatos de senderismo, los deja al lado de la puerta principal de su casa para recordarle diariamente que debe salir a sus rutas de entrenamiento. Ha hecho que su señal sea visible, obvia y que le estorbe para no ignorarla.
La rutina es la parte donde la procrastinación intenta chantajearte, porque estás a punto de iniciar esa acción que cambiará tu día y tu vida, y tu ego protector quiere advertirte del fracaso que aún no ha ocurrido. Con todo y ello, Juana se lanza y sale a caminar sus 5 kilómetros diarios reservando cualquier expectativa de excelencia, porque sabe que es un proceso de desenganche incómodo que no es bonito al principio.
La recompensa se visualiza desde que damos lugar a la señal, así que se impregna desde el momento uno de la secuencia. Es que si no le enseñas a tu cerebro el premio que recibirá al final, no se animará para unirse a tu conquista. Cuando Juana ve sus zapatos en la entrada, ya visualiza a los amigos que hará en el Camino de Santiago, y esa misma visión la acompaña cada vez que sale a sus sesiones de entrenamiento. Necesita hacer amigos, es una persona social que se alimenta de la energía de buenas personas.
Mejoramiento y tiempo:
Adoptar hábitos es un proceso imperfecto, y de eso se trata, que te hagas consciente de que unos días serán mejores que otros hasta que tu cerebro entienda que la nueva configuración tiene un sentido y empiece a fabricar más serotonina (felicidad) y dopamina (placer) en tu sistema nervioso para motivarte a ser constante con tus nuevos chicos: tus hábitos productivos con propósito.
Olvídate de los 21 días que supuestamente toma un hábito en incrustarse en tu conducta, esa teoría se ha quedado obsoleta teniendo en cuenta que data de los sesenta. Más reciente, en el 2009, la Dra. Phillipa Lally, experta en la ciencia de la conducta y la salud de la University College de Londres, nos ha llamado a la calma con su estudio donde concluye que un hábito se vuelve automático entre 18 y 254 días, siendo 66 días el tiempo promedio, pero lo imperante es entender que la variación del tiempo depende de las circunstancias individuales. Repito: Circunstancias individuales.
No te fustigues con el tiempo que demores en consolidar tus hábitos. Cultivar es un arte supeditado a factores fuera de tu control que solo puedes superar con consistencia, resistencia e insistencia. Así que tampoco te culpes si interrumpes tu constancia, pero eso sí, comprométete a regresar mañana o la próxima semana para mejorar.
La transformación no te está esperando, está en tus manos hacer que suceda. Sal de tu burbuja y empieza a cultivar tus hábitos, aunque se te dé fatal cuidar de un huerto como a mi.
Gracias por leer y hasta la próxima vaina.
Tu coach, Sandra.