Isla y archipiélago: ¿trabajo en solitario o en equipo?

Isla y archipiélago

En mi opinión, lo primero, lo segundo y depende. Fin del artículo. Pero antes, les contaré algunas impresiones que he formado al respecto durante mis años de trabajo en el corporativo, ente que se presenta en sociedad como un conjunto armonioso pero que tiene sus momentos individualistas.

El carácter, la experiencia y la intensidad creativa determinan qué tan cómodo es para nosotros trabajar en solitario cual isla paradisiaca perdida en algún océano, o bien sea en la compañía de otras mentes afines que conformen un archipiélago perfectamente distribuido.

Mis experiencias laborales me han llevado por ambos bandos, y no puedo decir que mi desempeño haya sido mejor en el trabajo individual o gestionando proyectos en equipo. Es cómo aquella pregunta inapropiada que se le hace a los niños: ¿A quién quieres más, a papá o mamá? Si la respuesta fuese excluyente, habría arrepentimiento si uno de ellos ya no estuviera.

La isla hace parte de un archipiélago

Conocí por vez primera el trabajo individual en un empleo que tuve en una empresa textil como cobradora de cartera, siendo la única integrante del departamento. La actividad monótona de cobrar a quien se le olvida pagar me adjudicó una relación estrecha con mi soledad y no veía crecimiento a futuro.

Lo positivo de la situación fue que hacía mi trabajo con fluidez por la escasez de interrupciones, y entendí que la sana competencia era conmigo misma, aunque más que competencia era perseguir el reto de ejecutar mis tareas mejor que ayer sin ser presa de la monotonía. La otra ventaja, fue entender que el proceso que ejecutaba se daba gracias a que un departamento de la compañía hacía su parte, mientras que otro departamento esperaba que yo hiciera la mía para ellos ejecutar la suya.

El trabajo en solitario hace parte de una sinergia y el panorama ya no es tan desolador.

La isla en medio de la nada

Mi primera experiencia de teletrabajo fue hace muchísimo tiempo, cuando el término no era tendencia y se le conocía como «trabaja desde casa mientras montamos la oficina». Todo esto en otro país, con una velocidad de internet malísima (normal para la época) y recursos muy limitados.

La sensación de hacer las cosas a mi ritmo y con poca supervisión, me daba el tiempo y el espacio para hacer lo que quisiera. Poco me duró la dicha porque me desconecté del propósito del proyecto que me habían asignado y el equipo al que prestaba apoyo tenía poco contacto conmigo por temas de carga laboral en otros proyectos.

El momento ¡ajá! de la situación fue haber conocido un mundo laboral innovador y futurista, siendo consciente de que mi compromiso fue estándar y no del tipo incondicional y de sentido de pertenencia para con la compañía, pero esa desconexión me conectó paradójicamente con una visión de una vida profesional que nunca me hubiese imaginado y ahora vivo: hacer lo que me gusta sin horarios, sin oficinas y sin supervisión.

Cuando la isla no está en el mapa, tiene más por descubrir.

Islas juntas pero archipiélago no revuelto

En un estudio sobre autonomía y trabajo en equipo, basado en un experimento de campo a un grupo de estudiantes de un curso de emprendimiento, se pudo determinar que al asignar cierta autonomía, pero no toda, a un determinado equipo de trabajo arrojó mejores resultados. Los equipos a los que no se les permitió elegir sus ideas o a sus compañeros de equipo tuvieron el peor desempeño, pero aquellos con total autonomía tuvieron un rendimiento marginalmente mejor: se les calificó como menos del 1% más de probabilidades de triunfar que los equipos sin autonomía. Échale un ojo al estudio para ver resultados adicionales.

Para interpretar lo anterior, recordaré mi empleo vacacional como vendedora de música. A mayores rasgos el aprendizaje fue que la responsabilidad siempre sería compartida solo si cada uno se adhería y creía en la meta de ventas del mes, para lo que era necesario que nuestro administrador de tienda nos concediera poca o mucha libertad según la presión de arriba.

Los equipos de las otras sucursales vivían la misma situación aunque su objetivo de ventas fuese distinto y requiriese más o menos supervisión, lo que me llevó a la conclusión de que el tipo de autonomía otorgada no era determinante, sino el compromiso individual y perseverante aunque las metas fuesen, a veces, lejos de ser realistas.

Cuando la suma de acciones individuales se intercepta con éxito en la meta común significa que hay concordancia entre el individuo, el grupo y el fin.

Un archipiélago con pocas islas

Mis primeros pinitos en el trabajo en equipo fue en el colegio como jugadora de vóleibol, no es precisamente una experiencia laboral pero sí me entrenó para lo que me vendría más adelante. La posición de cada jugador hacía parte de una estrategia, pues se tenía en cuenta su habilidad para adjudicarle dicha posición y que la misma encajara, como pieza de engranaje, en el funcionamiento del equipo.

El respaldo entre jugadores y la sincronía para armar cada pase hacen el juego, que es más o menos cómo funcionan los equipos corporativos, pero se complica cuando un jugador es expulsado o tiene dificultades acoplándose al ritmo de juego. Ante esta circunstancia, el sistema de trabajo debe ajustarse a estos cambios para seguir ofreciendo un espectáculo al público.

No deja de ser un equipo por la ausencia de un integrante, aunque la redistribución de tareas podría suponer una recarga de trabajo que arriesga la calidad de los procesos. Lo importante aquí es continuar con la estrategia, y si es acertada y se cuenta con un liderazgo proactivo, solo queda aplicar un poco de reingeniería para hacer lo mismo o más con menos recurso.

Entonces, ¿trabajo en solitario o en equipo? Depende del objetivo, pero es complicado imaginarse el primero sin el segundo y viceversa. En mi humilde percepción, también depende de cómo somos más productivos y cómo disfrutamos más de nuestra profesión, si en soledad o interactuando.

Para terminar, envío un saludo sincero a todas las islas y archipiélagos del universo corporativo, están haciendo grandes cosas con cualquiera que sea su estilo.

Gracias por leer y hasta la próxima vaina.

Sandra.

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