Si ya has hecho tu listado de resoluciones o propósitos para el nuevo año mi fin no es sabotear ni mucho menos menospreciar tu ritual, pero sí voy a comentar porqué la tercera parte de tu lista se queda solo en letras formando palabras.
Los rituales son importantes, son la expresión repetitiva de hacer cosas que generan bienestar, y los de fin de año generan positivismo y la oportunidad de soñar con los resultados que anhelamos para el nuevo año, al fin y al cabo todo éxito nace de un sueño y creo que en eso estamos de acuerdo. En lo que puedo diferir es que definir resoluciones, propósitos o metas el último día del año es como hacer la lista para ir al supermercado: útil como referencia para no olvidar pero al mismo tiempo inútil porque siempre terminamos comprando lo mismo.
Mantuve durante años esta hermosa tradición, era mi momento efímero de esperanza, hasta que un día se convirtió en frustración cuando me di cuenta de que la lista era cada vez más estática por mi inacción y que la mantenía con vida posponiendo año tras año los sueños que olvidaba o no lograba materializar. Abandoné la tradición cuando esa frustración me desveló que mis ilusiones morían en meras intenciones. En realidad fue mi mente corporativa y administrativa la que me dio una buena bofetada para desvanecer el oasis.
Si quieres mantener tu tradición porque te da magia, ten en cuenta lo siguiente. Si crees que lo estás haciendo bien, también ten en cuenta lo siguiente. Si es tu primera vez redactando tus resoluciones para el nuevo año, te interesará lo siguiente. Lo siguiente son parámetros y/o consejos para comprometerte y convertir el trozo de papel en una acción productiva.
Y dice:
El tamaño sí importa. Entre más larga tu lista de resoluciones, más corta tu capacidad de acción. Hay más probabilidades de éxito en la ejecución si eliges un par de metas, esas que podrás recordar, no con facilidad pero sí con practicidad.
Con nombre, apellido y fecha de cumpleaños. Un listado, solo con viñetas, se convierte en un compendio de ingredientes sin instrucciones. Sube de nivel y define recursos, métricas y fechas de culminación para que las buenas intenciones se transformen en hechos.
La palabra tiene poder… y capa. Cambia las palabras «lista de resoluciones» por «proyecto». Con esto estarás, positiva y formalmente, en la obligación de ponerle seriedad al asunto y comprometerte con generar acciones diarias, además de salvarte de la maldad de la procrastinación.
Monogamia. Junto con la importancia del tamaño, elegir un proyecto, solo uno, es más que suficiente. No necesitas varios al mismo tiempo, el enfoque es la clave si quieres triunfar. Si has terminado ese proyecto en el día noventa del año, tan fácil como empezar con otro. Sé fiel a tu proyecto y cae solo en la tentación cuando celebres tu éxito.
Rendirse a tiempo. Los procesos son incómodos y casi siempre son el camino seguro para llegar al éxito, pero si esa meta específica que elegiste para darle vida a tu año saca lo peor de ti y opaca tu pasión, toma la sabia decisión de retirarte de la contienda. No es un acto de cobardía, es aceptar que hay sueños que simplemente no encajan con tu misión.
La mejor expectativa es no tenerla. La proyección y la visualización como herramientas para organizar nuestras acciones en un marco espacio-temporal son útiles, pero considerar que están escritas con fuego aumenta las probabilidades de decepción. Es mejor sacar el mayor número de aprendizajes del proceso como tal que aferrarse al resultado, teniendo en cuenta siempre, que adaptarse al cambio es la expectativa que menos decepciona.
La buena salud no es válida como deseo. Porque es un deber de adulto funcional mantener hábitos sanos. Quitarse o ponerse kilos, comer mejor, hacer ejercicio o ir a terapia psicológica no pueden tratarse como sueños por cumplir para el año que viene. El bienestar físico y mental son una responsabilidad trascendental que no merecen la degradación de quedarse en una lista de deseos. Quien prioriza su salud, lo vive, no lo escribe. Por favor no confundir con desear buena salud si se padece de alguna enfermedad, que para este caso es permisible toda la fe que pueda usarse para superarla.
Si no lo cuentas, no cuenta. Mantener en secreto tus metas es válido, al fin y al cabo es algo personal, pero… si no lo compartes estarías dejando pasar la oportunidad de que otros te transfieran sus experiencias en el tema. Toda ayuda es buena aunque creas que no la necesitas.
Espero haber argumentado con suficiencia el porqué la lista de propósitos, resoluciones o metas para el nuevo año necesita verse con otros ojos, porque hasta las tradiciones más antiguas necesitan modernizarse para mantenerse en la historia.
Gracias por leer y hasta la próxima vaina. ¡Les deseo, con todo el corazón, un próspero proyecto nuevo!
Sandra.