Un balance de fin de año imperfecto y disruptivo

Un balance

Llega esa época del año en donde en cada rincón retumba la melodía navideña de Mariah Carey y que se quedará pegada a nuestra rutina hasta el Día de Reyes Magos, por lo menos. Los Grinch vivirán un mes de náuseas y usarán tapones en los oídos, es lo que hay. La buena noticia es que, de momento, hay sitio para todos los humores.

Cuando llega la cancioncita a la cabeza, los primeros pensamientos y/o preguntas tal vez sean: «¿Ya? ¿Tan pronto? ¿En qué momento se acabó esta vaina?». Y de un golpe repentino sin campanas de fondo surge la segunda cuestión: «¿Qué he hecho este año?». Vendrán con ella sentimientos misceláneos de nostalgia, alegría, arrepentimiento, conformismo, sabotaje, amor, amargura, iniciativa, más preguntas… sigue enumerándolos.

Lo paradójico del asunto es que el 31 de diciembre siempre está y estará, es esa fecha límite que parece que no se pudiera negociar, que lo que no hayas hecho para ese último día del año será leche avinagrada para el día siguiente. Paradójico porque sabemos que el día llegará pero insistimos en preguntarnos con la inocencia infantil de no haber hecho la tarea: «¿era para hoy?».

Por costumbre debemos cerrar el ciclo, pero tal vez debamos hacerlo de una forma distinta y en lugar de hacer un balance anual categorizando los resultados en buenos o malos, deberíamos solo observar desde una perspectiva muy distinta. Perspectiva que no sea la de hacer resoluciones para el nuevo año, que son poco productivas. Ya hablaremos de ello en la próxima entrada.

Entonces, el balance. Si es de tus tradiciones hacerlo para ver cómo calificar tu año, quisiera recomendarte algunos criterios de evaluación para que encuentres material inédito que se te haya escapado en el pasar de los días en los que estabas persiguiendo resultados.

Y dice:

Criterio #1: El único balance útil es el de tu cuenta bancaria.

Los financieros y banqueros lo saben bien. Es una tarea tan técnica y exacta que solo admite dos resultados: números rojos y números azules, o déficit y superávit, o gastaste más de lo que debías y ya debes el salario del próximo mes.

Es tan apto para temas contables pero tan inexacto para evaluar el proceso de vivir. Lo que quiero decir es que hacer un balance con dos únicos resultados como opciones se queda corto.

La idea es entonces clasificar las experiencias importantes en otros estados más propios de un proceso, podrían funcionar las etiquetas de: en investigación, bajo revisión, en prueba piloto, evaluando resultados parciales, recalculando, reajustando, no es factible.

Criterio #2: Personas que se van, apenas pasan o se quedan.

Sabes que también haces un balance de ellas, de las que te hicieron feliz y de las que te hicieron sufrir. Seguramente habrás puesto en la categoría de solo amigos de Instagram a las primeras y bloqueado a las segundas virtualmente y de toda frecuencia de señal de humo.

El prójimo no se ha inventado para que te haga feliz, esa responsabilidad solo es tuya; en cuanto a los verdugos del corazón, te han hecho un favor y lo sabes.

Como insistes en hacer un balance de las acciones de la gente que pasaron por tu barrio este año, pues te convendría entonces clasificarlas así: nivel de aporte a mi crecimiento personal y profesional del 1 al 10. Luego, saca tus propias conclusiones.

Criterio #3: Reporte de tiempo de uso.

Como el reporte que da el teléfono inteligente sobre cuántas horas a la semana te abdujo el aparato, así debería ser el reporte de presencia y ausencia en tus ámbitos laborales y personales. ¿Cuántas horas estuviste de verdad presente?, ¿cuántas horas estuviste en paradero desconocido a propósito o sin darte cuenta?

Estar presente no es solo tu existencia física en un lugar con ciertas personas, es reservar exclusivamente tu tiempo y espacio para concentrate en el entorno que has elegido para crear una experiencia. Exclusividad. Lo demás no importa, o tal vez sí pero en otro momento.

Mientras haces tu balance en este aspecto tal vez sentirás que te tira de un lado la responsabilidad laboral y del otro, con la misma fuerza, la personal. Ambas se disputan la prioridad que ocupan en tu vida y si es así, anuncia a Houston que tienes problemas porque no puedes encontrar satisfacción ni seguridad cuando los roles que te dan identidad se confrontan en tu conciencia.

Una clasificación adecuada y sin juzgarte por las decisiones pasadas, sería estimar para el próximo año dónde necesitas estar más y con quién, dónde menos y a solas… y a la inversa.

Criterio #4: ¡A tu salud!

Hay que verificar que la maquinaria biológica esté en un estado óptimo, y la revisión debería ser rápida si hemos seguido las recomendaciones médicas de buena salud:

—Manzanas— recomienda el médico.

—¿Verdes o rojas?— preguntarías tú.

—No, que dé usted vueltas a la manzana, cada día, por cuarenta minutos— aclararía él.

Todos los sueños, planes y proyectos solo son posibles si somos responsables con nuestra salud física y mental. Sé que has sido valiente y te pusiste a trabajar aquel día en que la migraña vino de visita, y que no podías desperdiciar el descuento por aniversario de tu hamburguesería favorita y fuiste a almorzar allí toda una semana, y qué decir de los diez mil pasos diarios que pospusiste una y otra vez.

No es que seamos duros con nosotros mismo ni entremos en espirales de ansiedad por mantener una dieta equilibrada y un plan de ejercicios. El objetivo es eliminar o reducir para el próximo año todos los factores que ponen en peligro nuestro integridad física y psicológica para continuar.

Criterio #5: Atemporalidad.

Disrupción es hacer cosas distintas e incluye hacerlas en momentos tradicionalmente no planeados para ello. Las costumbres decembrinas marcan una práctica cultural que nos hace sentir parte de algo, parte de una masa para conseguir aprobación social. Hacemos un balance de fin de año porque es lo que hace todo el mundo y entonces está bien. ¿Si está bien por qué sentimos entonces presión y confusión con la pregunta «qué he hecho este año»?

Mi consejo sería que establecieras puntos de control en la época del año que tenga más sentido para ti, en donde no tengas interferencias ni prisas, una época del año que esperes con tanta satisfacción que al hacer tu balance seas lo suficientemente honesto para salirte de los calificativos de ha sido un año bueno, regular o malo. Tu cumpleaños, un 28 de febrero, la semana 27 del año… Otra fecha que no encuentre la dulce melodía de Mariah para recordarte insistentemente que esto ya se acabó, sabías que llegaría y no te habías preparado.

Gracias por leer. Buen inicio de fiestas navideñas. Seamos amables con las amarguras (personas y situaciones) poniendo límites y una sonrisa. La sonrisa es para ti.

Hasta la próxima vaina.

Sandra.

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