Lucia lleva veinte años trabajando en la industria editorial, en la que ha cosechado tantos éxitos como reconocimientos y compensaciones económicas. Lucia podría estar satisfecha con sus logros pero no lo está, se siente mal haciendo lo correcto.
Julián tiene una esposa inigualable y dos hijos extraordinarios, son su motivo de vivir. Se considera un esposo y padre ejemplar. Julián podría estar satisfecho con sus logros pero no lo está, se siente mal siendo lo correcto.
Sofía va a iniciar su vida universitaria, ha elegido la carrera de medicina porque ha crecido en una familia de neurólogos y cardiólogos. Recuerda cuando su abuelo le regaló para su séptimo cumpleaños un kit médico, regalo que aún conserva junto con una tarjeta que dice: «Tu talento y amor prolongarán nuestro legado, porque serás la mejor». Sofía cuenta con el apoyo de toda su familia, pero se siente mal tomando la decisión correcta.
Sentirse mal haciendo lo correcto. ¿Cómo puede suceder tal cosa si lo correcto evita el sufrimiento? En conversaciones existenciales con amigos he reflexionado y llegado a la conclusión de que hacer lo correcto sintiéndonos incompletos significa dos cosas: la primera, se evita el estrés por el impago de facturas; y la segunda, se garantiza para la eternidad el «que hubiese pasado si…». Sin más posibilidades en medio.
No hay cosa más incompatible que tener un oficio o profesión adecuada y los sueños en pausa. Es una lucha interna sin reglamento ni juez, una puja a la baja y días con más pero sintiéndose menos.
Cuántas veces he escuchado a madres recordar lo que algún día fueron sus sueños, de ser ellas mismas en sus propios términos, donde sus prioridades iniciaban y terminaban en ellas, pero su realidad fue el resultado de tomar decisiones haciendo lo que era correcto. Sin una gota de arrepentimiento en su mirada, su verdadero triunfo ha sido sin duda sobrevivir con algunos de sus sueños en pausa y otros ya olvidados. Hago referencia a las madres, porque de momento, son quienes más se exponen con sus nostalgias. Valientes.
No es cuestión de querer, ni siquiera de ser capaz, o de tener prioridades, ni mucho menos de ser feliz. En mi opinión, es asumir las consecuencias de dejar de soñar, no como algo malo, sino de determinar cuál es nuestro bien superior, que casi siempre es distinto al de nuestros sueños.
Pude elegir ser una jugadora profesional de voleibol con mis 1.64 mts. de estatura (sería difícil pero no imposible), lo que encontraba en aquel deporte a mis diecisiete años era todo lo que necesitaba. Las urgencias de aquella época eran muy distintas y sabía con certeza que mi sueño deportivo no era la respuesta ni a mediano ni a largo plazo, porque el entorno de la profesión de un deportista no contaba con el enfoque ni con los apoyos suficientes para desarrollar una carrera que me diera de comer mientras le pegaba al balón.
El bien superior, también en mi opinión, se determina sopesando con qué experiencias tendremos más plenitud, entendiendo que ésta es el estado mental de vivir en paz y en calma aunque el caos nos respire en el cuello; teniendo en cuenta además, que es un caos pasivo que producen los sueños olvidados.
Haber desarrollado una carrera en el ecosistema corporativo ha sido la mejor decisión de mi vida. Me inicié en ella con la meta clara de tener dinero suficiente para no preocuparme nunca más de no tenerlo. Sí, el dinero sí es importante cuando tus necesidades básicas están en juego, así que no puedo adherirme al lema de que el dinero no compra la felicidad, aunque ésta también sea un estado mental a discreción.
Podría interesarte: Archivos X
He aprendido mucho de hacer y vivir lo que no era mi sueño, dejar aparcada mi ilusión deportiva y entender la diferencia entre querer y progresar:
– Las circunstancias no son mi responsabilidad, pero tampoco me determinan, y el tiempo empleado en maldecirlas no se recupera.
– Ser realista y aceptar lo que te toca en la vida, es decirle sí al mayor reto de todos: explorar un mundo mucho más grande del que se había imaginado.
– La acción es la solución y el sueño es el plano de una construcción.
– El tiempo transcurrido haciendo lo correcto, alimenta cada vez más el temor y la inseguridad de hacer algo diferente.
– El temor es el combustible para abrirse al mundo, pero la iniciativa se halla atrapada en la monotonía del balance lineal.
– El voleibol fue una respuesta en un momento de muchas preguntas, ahora que las tengo casi resueltas, la competición y el juego en equipo son una bonita memoria.
– No luché por mi sueño deportivo porque entendí que mi bien mayor estaba en otro lugar. Nunca sabré cómo hubiese sido ser una jugadora profesional, pero hoy agradezco lo que en su momento me enseñó para creer en mi misma y crecer en otra industria.
– Los sueños como un capricho son un hobby y un hobby bien gestionado podría convertirse en profesión.
– Querer y necesitar son circunstanciales. La vida cambia abruptamente, y lo que hoy quieres ser, tener o hacer mañana podría ser una necesidad para vivir con decencia.
– Iniciar en una profesión incompatible con tus sueños pone a prueba el potencial; la resiliencia se convierte en aliada; se aprende a controlar las emociones; obliga a soñar más alto; se domina (imperfectamente) la incertidumbre; el ser realista es el rol más práctico y menos doloroso y la resignación se extravía en la buena vida que a pesar de todo hemos tenido.
– No perseguir los sueños, a veces, es encontrar un objetivo más grande y ese es el bien mayor.
– Ser soñador y ser realista son estrategias muy distintas pero igualmente necesarias para el crecimiento personal y profesional. Hasta el más soñador busca el norte y hasta el más realista idealiza escenarios.
Si sigues añorando tus sueños aparcados porque consideras que en este momento son humanamente imposibles de lograr, es porque no son sueños, son ilusiones bonitas que no sirven de semilla. Si de lo contrario, las limitaciones pueden ser superadas, tu capacidad humana dice que sí y es factible, lo peor que pudiera sucederte si fracasas, es que tengas que empezar en otra dirección y eso es lo que hace un profesional con razón y corazón, continuar.
Muchas gracias por leer y hasta la próxima vaina.
Sandra.