Contar las horas para salir del trabajo, rezar para que los días pasen como agua y sea finalmente viernes, celebrar que el presidente del país decreta un día nacional para no trabajar, solicitar con tres meses de anticipación las vacaciones, etc. Síntomas claros de querer escapar, pero ¿escapar de qué? ¿ A caso el trabajo no dignifica al hombre? Somos los únicos responsables de sufrir un encierro acordado, con contrato firmado y remuneración de por medio. Somos prisioneros muy privilegiados, pues tenemos la llave para liberarnos, solo que no recordamos dónde la guardamos el día que accedimos a firmar.
Muchos hemos vivido a plenitud con este secuestro legal, pues de esta zona restringida han nacido carreras laborales exitosas, así que no tiene nada de malo inclinar la balanza al lado profesional y anclarse en ese modo… ¿o sí?. ¡Por su puesto que está mal! Porque una vez fuera de esta celda cómoda y llena de atractivos, no somos capaces de sobrevivir a lo que hay ahí afuera, y tan pronto somos liberados, somos devorados por los leones de las inseguridades.
Es que nos sentimos tan calientitos allí adentro, tenemos una familia laboral, nuestro escritorio se convierte en nuestro comedor y diván terapéutico, todo es perfecto. Nuestra casa, la literal, es sólo un espacio para dormir y guardar nuestras ropas, porque el hogar ya está hecho en las paredes corporativas donde la inspiración se respira en libertad negociada.
Con esto no solo me refiero a los trabajos de jornada establecida, si no a toda situación creada por el hombre que requiere de sacrificios para ejecutar un proyecto que dé valía a su existencia, siendo el sacrificio más común, negociar la propia libertad. Tanto dependientes laborales como emprendedores, se han ido de copas y han jurado en su momento de alucinación etílica, que «algún día» serán los amos y maestros de su destino y tal vez los fundadores del negocio del siglo o el gerente del año… «algún día», periodo al que defino como la esperanza de que algo positivo nos ocurra sin mover un dedo. Escapar del propio deseo podría ser imposible, excepto, si se es fiel televidente de novelas, porque la pantalla chica tiene la magia de limitar los escenarios, mientras que la voluntad del ser humano en la vida real puede transformar cualquiera de esos escenarios y construir un camino hacia un océano de triunfos , solo que no encuentra el coraje de sacar esa energía del estómago para dar un golpe en seco en el escritorio y decir adiós a los obstáculos mentales que no permiten dar el primer paso hacia la metamorfosis. Es que hace menos ruido si escapamos a través de un sueño de ojos abiertos, imaginándonos en una playa del Caribe de arenas blancas, sentados en la comodidad de una tumbona, agua de coco a un lado y manejado nuestro negocio/trabajo con un teléfono inteligente ¿Para que hacer ruido entonces si podemos soñar despiertos? Señoras y Señores: Su vida está pasando frente a sus ojos, miles de oportunidades por segundo acaban de escurrirse entre sus manos, su gran idea de fama y fortuna acaba de ser lanzada por otro… así que piénselo de nuevo ¡¿va a buscar la bendita llave que lo hará libre, o qué?! Libertad para correr la milla extra y pasar de empleado a líder, o la libertad para derrumbar muros y construir el campo en que pastará su gallina de los huevos de oro. Aquella llave es su decisión, su cambio.
Gracias por leer y nos vemos en la próxima vaina.
Sandra.