Misión: el principio del fin

Misión el principio del fin

Tanto tiempo sin aparecer por aquí. Excusa, ninguna. He estado por ahí, viviendo.

Ahora que he sido indultada por mi ingratitud procedo a contar los líos, buenos líos, en los que me he metido el último año.

Esta entrada a la que he llamado «Misión: el principio del fin» no es sobre la última película en la que el planeta Tierra es arrasado por un meteorito; tampoco del cierre de un capítulo en mi vida porque viene algo mejor al estilo de Coelho. Se trata de lo perdidos que estamos en nuestros respectivos caminos aunque tengamos claro el destino final.

Para empezar, quiero presentarles a la futura Magíster en Administración de Empresas. Yo. Sí, después de mucho soñarlo me armé de ovarios y fui a por ello, a por mi título MBA. Pero debo admitir que nunca antes había estado tan estresada y presionada en mi vida, ni siquiera en mi carrera laboral. ¿Posibilidades de tirar la toalla?, ninguna porque no había una toalla implicada, solo los miles monetarios y tiempo invertidos. Me centré en los paisajes poco atractivos de volver a estudiar y me olvidé de disfrutar el proceso.

El logro de este título siempre ha representado para mí la guinda de mi pastel profesional. Un hito que debía lograr sí o sí, porque significaría la consagración en el paseo corporativo de la fama. Tarde o temprano tendría que hacerlo, y cuando llegó la hora ya no tenía claro para qué serviría retomar aquella etiqueta de estudiante que va por la calle de la amargura con pocas horas de sueño, ojos cuadrados y días cortos. ¿Para qué?, ¿Qué voy a hacer con ello?, ¿De verdad quiero estar en el paseo de la fama? Tanto cuestionamiento me llevó a la conclusión de que siempre he querido llegar a una cima, pero no tenía una bendita idea de para qué, de si sería la culminación de un camino o el comienzo de uno nuevo. Si lo hubiese tenido claro desde el principio me hubiese rockeado mejor la aventura.

Sumada a la mía, cuántas experiencias ajenas conocí este último año en las que la ausencia de fin desperdiciaba los principios, y los principios no bailaban al rito del fin. Cuánta locura, y la cordura está de psiquiatra.

Mis principios son los de siempre: perseverancia, adaptabilidad, ver el vaso medio lleno, resiliencia, burlarme de mí misma y algo más. Mi fin: “En proceso…”. ¡Fue entonces cuando tuve la gran revelación! Tenía claras las ideas de lo que quería lograr, pero no tenia pista alguna de para qué quería lograrlas, cayendo en un bache abrumador y de crisis existencial. ¿Quién me mandó a meterme en esto?, pues yo misma, así que menos queja y más montaña arriba para descubrir las respuestas.

Otros casos van en sentido contrario, tienen claro el para qué de su misión pero sus principios no combinan con ella. Me he encontrado con historias interesantes, están los que dicen tener un estilo de vida sana y activa pero se sacian de sedentarismo; quienes trabajan duro por su familia pero son infieles; otros que van a su culto religioso y regresan a casa a violentar a los suyos; y mis favoritos, los que quieren un país mejor pero nada bueno hacen para que así sea. Y la cordura del mundo, sigue de psiquiatra.

Cada uno tendrá sus circunstancias, lo comprendo y no lo juzgo, pero lo que sí está claro es que se nos va la existencia como el agua por culpa de la ambigüedad. Si tan solo nos detuviéramos un minuto para asegurarnos de que el baile corresponde a la canción. Solo un minuto, para procurar un camino más visible pese a la presencia de árboles, piedras y ríos. Solo un minuto para asegurarnos de que el principio se acerque a nuestro fin, y viceversa.

Es emocionante saber, una vez más, que los traumatismos existenciales no son otra cosa que nuestra brújula buscando el norte. Estoy en ello, y comprendo además de que era necesario perderme para definir mi misión de vida.

Quedan líos buenos por contar y de cómo está desarrollándose mi búsqueda, que a propósito está siendo divertida.

Dejaré hoy hasta aquí para tener una buena excusa (o deuda) para regresar.

Gracias por leer y nos vemos en la próxima vaina.

Sandra.

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