La manifestación feminista de los últimos tiempos ha logrado incluirse en el menú de las conversaciones diarias. Pero lastimosamente el estado del tiempo sigue liderando el ‘top trending’. En otra entrada ya hablaremos del calentamiento global, de la ecología y de lo jodida que está la humanidad al respecto.
Quisiera tener un criterio más fundamentado para dar mi opinión, pero lo cierto es que nunca me he detenido a confrontar el punto de vista, lógicamente subjetivo, de los machos del gallinero*.
En mi aventura corporativa mi perfil profesional fue respetado por mis colegas y jefes, y en ocasiones lo hice respetar sin bajas que lamentar, pero debo admitir que mi feminidad sí fue cosificada con cosas como: “Sandra, habla tú con el proveedor. Con tu encanto, seguro que nos amplía el plazo para pagar” – “Ven mañana bien vestida, maquillada y peinada. Debemos impresionar al cliente” – “¿Por qué no has puesto tu foto en tu currículo? Los jefes quieren ver tu aspecto para concretar la entrevista”. Ésta última fue el detonante para darme cuenta de que aquello que usaba como táctica para ser eficiente en mi trabajo, fue terreno cedido que nunca recuperaré.
Fui una ingenua, pensarán ustedes queridos lectores, y tal vez lo fui, pero creo que inconscientemente elegí las batallas que podía ganar en lugar de confrontar al gallo o gallina de turno. Sí, porque sobre todo fueron mujeres quienes cosificaron mis voluptuosidades físicas e intelectuales.
Han sido mujeres las que me enseñaron que tenía que ocuparme de mi hombre. Han sido mujeres las que me dijeron que estaba gorda o flaca. Han sido mujeres las que menospreciaron mi desempeño laboral. Han sido mujeres las que intentaron truncar mi camino porque no les caía bien. Y con esto, a todo pulmón osamos defender el poder feminista. ¿En serio? El motivo por el que la voz de las mujeres no retumba más fuerte hoy, es porque otras mujeres hacen ruido para que el eco no se produzca. Las motivaciones, son tal vez, la alta competitividad individual o la envía… o las dos cosas.
En mi humildísima opinión, las mujeres no lograremos la equidad que merecemos en lo social y laboral hasta que nos metamos en la cabeza, el alma y en el corazón, que la paridad depende inicialmente del respeto y empatía entre nosotras mismas, que cada una tiene sus circunstancias, que somos distintas y únicas, que no podemos vivir la vida de la otra, que nuestras batallas se libran con armas distintas. Otra cosa es lo que piensen y digan algunos masculinos para menospreciar nuestro rol, eso es ignorancia y es su problema, no el nuestro.
Este es sólo un matiz de la actual lucha de la mujer por lograr su sitio en la historia y abrirse espacio para el futuro, existen otros aún más sensibles y complejos cuya solución no está en nuestro polifacético arsenal, porque no depende de nosotras. Así entonces, nuestro poder a potenciar es el de decidir con quién, para qué, cómo y dónde ser y estar, sin buscar complacer al gallo con ínfulas de pavo real, sino el de ejercer el papel de dueña y señora del gallinero, mejor aún, la dueña de la granja entera.
Mujer: ¡sé dueña de tu vida! Tu destino sólo depende de tu poder de decisión, del sitio que eliges para desarrollar tu profesión, de la gente que dejas entrar en tu vida, de la persona que eliges para entregarle tu cuerpo, tu intelecto y tu corazón. Tienes el poder, úsalo bien y ayuda a aquella mujer que no sabe usarlo o no sabe que lo tiene. Somos tan distintas que esa particularidad debe bastar para mantenernos unidas.
Constrúyete con quienes también quieran construirse.
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*Respecto a la analogía del gallinero: La naturaleza es sabia. Se asigna solamente un gallo por gallinero, porque su trabajo es tan vital como fugaz, y así mismo lo es su ausencia a la hora de empollar los huevos, naturalmente innecesaria.
Gracias por leer y nos vemos en la próxima vaina.
Sandra.