En una relación de pareja, no existen fórmulas mágicas (si las hubiera, ya estaríamos embotellando «Elixir de Amor Duradero» y vendiéndolo por internet), pero sí hay estrategias realistas que ayudan a navegar los altos y bajos de compartir la vida con alguien.
Según encuestas a nivel mundial, un 44% de las personas mencionaron que la falta de comunicación o la mala comunicación fue la razón principal de sus rupturas, superando incluso a la infidelidad (¡ouch!) o a los problemas financieros. Y si la comunicación fuera tan fácil, los mediadores de discusiones maritales serían millonarios.
Por eso, es fundamental mejorar la manera en que nos entendemos con nuestra pareja, y aquí te dejo 7 estrategias para que esa relación sea más poderosa (y para que no termines hablando sola frente al espejo). ¡Comencemos!
Tu otra media naranja está dentro de ti. Opta por buscar afuera otra fruta completa.
1. Querer lo mismo, pero a tu manera.
Es fundamental estar alineados en los grandes objetivos, como hacia dónde va la relación, si desean tener hijos, dónde vivir, etc. Pero cuidado con querer que el camino sea idéntico para ambas partes. Preservar tu identidad y la de tu pareja es clave para evitar el típico «nos hemos perdido como individuos». La clave está en dar espacio para que cada uno elija la forma de contribuir a esos objetivos comunes. Así, construyen un “nosotros” fuerte sin perder el “yo”.
Mariana y Daniel llevaban meses discutiendo porque ella quería ahorrar para comprar una casa, mientras él quería invertir en un negocio. Tras aplicar esta estrategia, acordaron destinar parte del dinero para el proyecto de Daniel y la otra parte para los ahorros de Mariana. ¡Punto para la diplomacia! Ambos ahora sienten que sus deseos son respetados y trabajan por un objetivo común, pero cada uno con su enfoque.
Haz esto: Tómate un tiempo con tu pareja para identificar los grandes objetivos comunes y luego hablen sobre las diferencias en sus enfoques. Acepta que pueden llegar al mismo destino por caminos distintos, y celebra que la variedad le da sabor a la vida (¡bendita variedad!).
2. Hacer feliz al otro no es tu responsabilidad.
La felicidad no es un regalo que puedes dar empaquetado con un lazo bonito. Cada persona es responsable de su bienestar y esa responsabilidad es intransferible. Imagínate como una compañera de aventura, no como una rescatista emocional que está de guardia 24/7.
Laura siempre hacía lo imposible por evitar que Pedro se sintiera triste por su trabajo estresante. Al reconocer que la felicidad de Pedro no dependía de ella, Laura decidió escucharlo y ser su apoyo, en lugar de tratar de “arreglar” cada problema. Pedro se sintió más libre para gestionar sus emociones y Laura se liberó de una carga imposible. ¡Y se salvó de una úlcera!
Haz esto: Cuando tu pareja exprese un problema, en lugar de intentar resolverlo inmediatamente, pregúntale: “¿Cómo puedo apoyarte en esto?” Escuchar con empatía y sin buscar soluciones automáticas fortalece la conexión y te ahorra dolores de cabeza de por vida.
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3. Entender que cada uno tiene un lenguaje del amor.
Los lenguajes del amor son como los diferentes sabores de helado: cada uno tiene su favorito. Algunos se expresan con palabras, otros prefieren acciones. Algunos piensan que lavar los platos cuenta como un «Te amo», mientras otros necesitan un poema de tres páginas. La clave está en aprender a apreciar el “sabor” del otro.
Carla siempre quería que Juan le escribiera notas románticas, pero él solía mostrar su amor arreglando la casa o preparando el desayuno. Tras aprender esta estrategia, Carla reconoció estas acciones como expresiones de amor y Juan, a su vez, comenzó a añadir algunas palabras cariñosas en sus rutinas. ¡Y así se creó un combo infalible de palabras y desayuno!
Haz esto: Conversa con tu pareja sobre cómo prefieren expresar y recibir amor. Pregunta directamente: “¿Qué puedo hacer para que te sientas amado?” y comparte también tus preferencias. Así evitas que las expectativas se conviertan en una “tragicomedia”.
4. Menos juicio, más preguntas.
En lugar de decirle al otro cómo debería hacer las cosas (a menos que te haya pedido ser su consultora), la clave está en formular preguntas que lo lleven a descubrir soluciones por sí mismo. La idea es ser una Sherlock Holmes del amor.
Elena sentía que su pareja, Tomás, no estaba comprometido con su carrera, y solía criticar sus decisiones laborales. Al aplicar esta estrategia, Elena cambió su enfoque y empezó a preguntarle sobre sus objetivos y deseos. Tomás se sintió más comprendido y juntos pudieron explorar nuevas ideas para su carrera. ¡Y así Elena dejó de ser “la jefa” y se convirtió en su aliada!
Haz esto: Antes de dar una opinión sobre la decisión o proyecto de tu pareja, hazle al menos tres preguntas que ayuden a entender su perspectiva y sus razones. Y recuerda, “¿Por qué estás haciendo eso?” no cuenta como pregunta constructiva.
Las parejas poderosas no buscan vivir felices para siempre, sino crecer juntas, siempre.
5. Conversaciones difíciles: cuanto antes, mejor.
Evitar temas complicados solo acumula malestar y, eventualmente, explotará en el peor momento (como la bomba de chocolate de un postre mal preparado). Mejor encarar la conversación cuando ambas partes estén tranquilas, y no guardarla en un archivo mental para «sacarla en otro momento». Tener estas conversaciones difíciles a tiempo evita que la relación se estanque.
Sofía y Lucas tenían un problema recurrente con la gestión del tiempo libre. Sofía quería más actividades en pareja, pero Lucas no lo sabía, y ella lo iba guardando para sacarlo en discusiones acaloradas. Finalmente, acordaron hablar de estos temas incómodos de inmediato, y Sofía se sintió más libre de expresar sus necesidades sin temor a reacciones explosivas. ¡Menos explosiones y más soluciones!
Haz esto: Tómate un café (o una infusión si eres más zen) con tu pareja una vez por semana y dediquen unos minutos a hablar de lo que les ha molestado o preocupado recientemente. Así ambos podrán expresar lo que sienten sin esperar a que la «olla de presión» estalle.
6. Espacio individual, crecimiento conjunto.
Mantener tu espacio personal y tu tiempo de desconexión no es egoísmo; es recargar baterías para poder aportar más a la relación. Respetar y fomentar el autoconocimiento de cada uno permite traer lo mejor de una misma a la relación. Así que ve a ese viaje, toma esa clase o dale tiempo a tu hobby sin culpas (y sin permiso firmado por tu pareja).
Ana y Bob notaron que, al dejar de lado sus pasatiempos individuales, la relación se volvía monótona. Decidieron volver a sus actividades favoritas y ahora comparten con entusiasmo lo que han aprendido o descubierto por separado, lo que enriquece su conexión. ¡Ahora cada uno tiene anécdotas para contar que no empiezan con “Hoy, en el supermercado…”!
Haz esto: Escribe una lista de actividades o hobbies que disfrutas y dedica tiempo en tu agenda para retomarlos. Luego, anímate a compartir con tu pareja lo que has aprendido o experimentado, y verás cómo renacen las conversaciones interesantes.
Una pareja poderosa cultiva sus talentos, practica la asertividad y se apoya incondicionalmente.
7. Crear experiencias nuevas juntos.
Las experiencias compartidas permiten conocer facetas de la otra persona que no se revelan en la rutina diaria. Tal vez descubras que tu pareja es increíblemente buena en kayak (y tú, fatal), pero ambos habrán ganado una anécdota para contar. Construir recuerdos compartidos fomenta el sentido de equipo.
Gabriela y Martín sentían que la rutina los estaba alejando. Decidieron probar actividades nuevas juntos una vez al mes. Desde clases de cocina hasta excursiones inesperadas, cada experiencia les dio la oportunidad de redescubrir aspectos de sí mismos y del otro, fortaleciendo su complicidad. ¡Y además, Martín aprendió a hacer sushi, así que todos ganan!
Haz esto: Planifica una actividad diferente cada mes con tu pareja. Puede ser una pequeña escapada, una clase juntos o incluso cocinar algo nuevo. Lo importante es que ambos participen y compartan la experiencia, y que tengan historias para contar en las reuniones familiares.
Bono: El humor, el mejor aliado.
Las risas crean una conexión especial y alivian las tensiones. Estudios han demostrado que las parejas que se ríen juntas tienen un 70% más de probabilidades de sentirse satisfechas en su relación que aquellas que no lo hacen. El humor es como un superpegamento en las relaciones: une, arregla y evita que las cosas se desmoronen (¡sin dejar residuos pegajosos de resentimiento!). Según los expertos, es una herramienta poderosa para desarmar conflictos y aumentar la cercanía emocional (¡y para evitar lanzar miradas asesinas por quién se acabó el helado!).
El humor no solo relaja el ambiente, sino que también permite relativizar situaciones difíciles. Una broma en medio de una discusión puede ser un botón de reinicio emocional que dice: “Ok, dejemos de ser dos volcanes en erupción y volvamos a ser civilizados.” La vida en pareja tiene sus pequeñas guerras, como cuando él usa tus cremas caras para “ver si hacen algo”.
Algunos terapeutas recomiendan el humor como un salvavidas en momentos de tensión. Si ambos pueden reírse de lo absurdo de la vida y de las pequeñas tragedias cotidianas, ya tienen medio camino ganado. ¡Las risas garantizan menos discusiones y más abrazos!
Con un enfoque en estas estrategias y sin olvidar disfrutar el proceso, puedes crear una relación poderosa, llena de comprensión, respeto y complicidad.
Recuerda, no se trata de ser perfectos (porque eso no existe ni en las películas de Disney), sino de ser auténticos y estar dispuestos a crecer juntos y de vez en cuando, reírse de los desastres, las discusiones por cosas absurdas como el rollo de papel higiénico y las noches de Netflix que acaban en siesta.
Al final, el amor se trata de construir, aprender y, sobre todo, disfrutar el caos bonito que es compartir la vida.
Gracias por leer y hasta la próxima vaina.
Tu coach,
Sandra.