«Si existiera una patrulla de la perfección, Laura sería la jefa suprema«.
Sus días eran una maratón de corrección, organización y frustración silenciosa porque nadie hacía las cosas como debían hacerse 📐.
— «Las toallas se doblan en tres, no en cuatro».
— «Esa coma está mal puesta».
— «Si no vas a hacer bien las cosas, mejor no las hagas».
Era la guardiana de la justicia doméstica y la fiscal de los errores ajenos 👩⚖️.
Veía un cuadro torcido y lo enderezaba.
Revisaba la ortografía en los menús de los restaurantes (y sufría en silencio si había un error).
Se ponía nerviosa cuando alguien cocinaba sin seguir una receta EXACTA.
¿Su peor pesadilla? El desorden, la improvisación y la frase “si no vas a hacerlo bien, no lo hagas” 😠.
Y aunque nadie podía negar que su casa brillaba como quirófano y su agenda estaba más organizada que una agenda presidencial, su mente nunca descansaba.
Porque en su cabeza siempre había una voz diciéndole:
«Esto podría estar mejor 🌟…».
Si la perfección diera dinero, serías una multimillonaria muy solitaria.
El punto de inflexión: Cuando el caos la venció
Todo se derrumbó un martes cualquiera ⚡.
Su esposo la llamó mientras ella estaba en el mercado:
— “Amor, ya llegué con los niños. Hice la cena”.
Laura, en vez de agradecer, entró en alerta roja 🚨.
¿Hizo la cena? ¿Él? ¿Con sus propias manos? ¿Y sin supervisión?
Al llegar a casa, lo encontró orgulloso, con una sonrisa y una bandeja en la mesa.
— «¡Sorpresa! Hice lasaña».
Laura miró la escena como si acabara de presenciar un crimen.
El desastre era absoluto 🌪️:
La cocina parecía zona de guerra.
Había usado CUATRO tipos de queso sin seguir ninguna receta.
La lasaña tenía una forma… poco convencional (por no decir que parecía un colapso estructural).
— «¿Qué te parece?» — preguntó él, emocionado.
Laura respiró hondo. Muy hondo.
Era su momento de elegir:
1️⃣ Soltar la crítica y disfrutar el gesto.
2️⃣ Desatar el apocalipsis por el desastre culinario.
Y por primera vez en su vida… eligió la opción 1.
El primer paso: Dejar ir (aunque sea un poco)
Laura tomó un bocado, cerró los ojos y dijo:
— “Está… interesante”.
No era perfecta, pero estaba rica 😋.
Y lo más importante: no pasó nada malo por no haber supervisado cada paso.
Al día siguiente, decidió probar otro pequeño experimento: dejar que su hijo doblara la ropa sin corregirlo.
¿La dobló mal? Sí.
¿El mundo colapsó? No.
¿Laura sintió un microinfarto? Un poco.
Pero algo curioso ocurrió: se sintió más liviana 🪶.
Por primera vez en su vida, entendió que no tenía que corregir cada cosa para que el universo siguiera en equilibrio.
Soltar la imperfección elimina la arruga de tu entrecejo en un instante.
Viviendo desde su esencia: Serenidad en el desorden
Con el tiempo, Laura se dio cuenta de que la perfección no era su única opción ✅❌.
✔️ Aprendió a soltar el control sin sentir que traicionaba su naturaleza.
✔️ Descubrió que podía corregir menos y disfrutar más.
✔️ Dejó de ver cada error como un colapso del orden mundial.
Y lo más increíble: descubrió la serenidad.
Esa paz que viene cuando aceptas que el mundo no necesita ser perfecto para ser hermoso.
Las prácticas que la ayudaron a transformarse 🦋:
✅ Abrazar las imperfecciones: Entender que no corregir todo no significa ser mediocre.
✅ Aprender a relajarse: Porque sí, a veces se puede dejar el plato en el fregadero SIN que sea una crisis internacional.
✅ Dejar en paz a los demás: Porque cada quien tiene su forma de hacer las cosas (aunque sea desordenada… Respira, Laura, respira).
Laura aprendió que soltar el perfeccionismo no significa perder el control, sino ganar libertad 🎈.
¿Qué pasaría si hoy decides no corregir algo y simplemente disfrutarlo?
Si te sientes identificada con la historia de Laura (eneatipo 1) y quieres profundizar en cómo eres, haz el test del Eneagrama de la Personalidad 🍭 para que tengas un punto de partida para convertirte en la mujer que siempre has querido ser: Una mujer LIBRE 💥.
Gracias por leer y hasta la próxima…
Tu coach,
Sandra ✨
