La ley de la amabilidad

La ley de la amabilidad

— “¿Si pudieras decretar una ley, qué ley sería? — Todos los ciudadanos del mundo estarían obligados a ser amables con otros ciudadanos”. Sería mi respuesta a una hipotética pregunta tipo Mis/Míster Universo, que en su contexto de belleza y magia acepta cualquier cosa disruptiva que un participante en traje de gala pudiese soñar.

Digo que es un sueño porque la esencia humana no acepta en estos tiempos que se le ordene como ser, pensar y actuar, lo cual está bien por el tema de la libertad de agresión y esas cosas (¿he dicho libertad de agresión? Corrijo… Expresión). La historia es otra cuando en batallas campales en redes sociales se derraman insultos, críticas destructivas y amenazas. Ahí es cuando la libertad no tiene sentido si la amabilidad y asertividad están ausentes.

No es solo un tema de educación y buenos modales, pues ya se ha visto que no tiene nada que ver si se tienen doctorados o cursos virtuales gratuitos. Es más un tema de “digo lo que me da la gana y no me importa si alguien sale ofendido”. Esto del derecho a expresarse libremente ya es selectivo, y si es selectivo es superficial, y si es superficial, es pereza emocional… Porque a la inteligencia emocional a esta batalla nunca la invitan.

Para resumir todo lo anterior, nuestro mayor problema social es la falta de empatía, la abundancia de soberbia y muchos filtros en las redes sociales, y no hablo de retocar imágenes sino de esconderse detrás de una pantalla y presentarse al mundo con un avatar tal y como no se es para generar impacto… Para generar muchos ‘me gusta’, más bien.

A continuación me atrevo a sugerir algunos actos de amabilidad que son buenos, bonitos y gratis y que podrían evitar una lucha improductiva entre egos y una demanda ante la fiscalía:

– Saludar y preguntar ¿cómo está? a quien conduce el taxi o el autobús. Te aseguro que le darás sentido a su día que es normalmente monótono/caótico.

– Escuchar con atención a tu colega de oficina cuando te cuenta su drama. Para ti es una tontería el motivo, pero para la otra persona es su vida. La compasión obra cosas extraordinarias.

– Quedarse callado ante el insulto. Porque confrontar la ignorancia nunca conducirá a Roma. La otra persona ha tenido un mal día y aunque no es tu culpa, la ofensa no suele ser personal… Si lo es, continúa en tu silencio.

– No cuestiones las decisiones de nadie. No conoces sus circunstancias, pasado, traumas, temores, errores, motivaciones, aciertos, sueños… No conoces completamente su vida y no pagas sus facturas. Así que si tu amigo Jacinto quiere renunciar a su trabajo de director comercial para ser monje budista, solo dile que te envíe una postal de los países que visite en su misión.

– Si la opinión política y futbolística de tus amiga Francisca es diferente a la tuya, fíjate en los valores que comparten, esos tienen más peso.

– Agradece a mamá y a papá por preocuparse por ti, aunque sean repetitivos en sus advertencias y consejos, son las únicas personas que de manera auténtica y desinteresada quieren los mejor para ti. Lo sé, puede ser desquiciante a veces, pero en la forma más pura de amor no sobra la buena intención. Además, los hijos que agradecen a sus padres obtienen mejor ración en la cena de Navidad.

– Da un cumplido a la buena onda y actitud, hacerlo a las formas corporales y materiales no es semilla. Si tus amigos José y Josefina han optado por un estilo de armario ochentero, solo quédate con la buena energía de la época y de tus amigos.

– Sigue saludando a tu vecino anciano cascarrabias, don Luis. Aunque no haya reciprocidad directamente de él, Eusebia, la señora de la frutería, siempre te deseará que tengas un buen día. Claro, ella querrá que vuelvas a comprarle, pero es que su sonrisa te invita a regresar.

– Que la apatía de los adolescentes que dejan basura en el parque después de sus tertulias, no te saque de quicio, llevan pocos años en la aventura de vivir y su lóbulo frontal está en formación. La falta de buenos modales a veces tiene explicaciones biológicas y químicas por aquello de los neurotransmisores.

– Una sonrisa es lo único que se necesita. Sonríe porque sí y porque no.

Actos de amabilidad hay miles, un hábito que siembra amor y empatía, no te costará nada pero el impacto y el beneficio en tu vida y en la de otros será invaluable y siempre estará presente en la memoria.

Y tú ¿si pudieras decretar una ley, qué ley sería?

Gracias por leer y nos vemos en la próxima vaina.

Sandra.

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