Acabo de escuchar una charla interesante, vía Youtube, de un personaje llamado Isra García, sobre la educación disruptiva (más información aquí La Educación Disruptiva – Isra García). Centrándome en un trozo de su charla, es agradable saber que no estoy sola en el mundo al anhelar un estilo de vida que para otros es imposible: Trabajar poco siendo realmente productivo y obteniendo el máximo de resultados en poco tiempo con el único objetivo de disfrutar la vida. En este mismo vídeo, Isra recuerda el hecho certero de que todos vamos a morir, y que más nos vale que la muerte nos encuentre en el mejor momento de nuestras vidas.
El temor a morir algún día, temor a vivir, a emprender…¡uf!
¡El temor, vaya enemigo! Bastante gracioso resulta que sea un enemigo de nuestra propia creación, nacido a nuestra imagen y semejanza, es ese diablillo que nos habla al oído y casi que nos convence de que no somos capaces de conquistar la cumbre del Everest. Pues ese diablillo que siembra temor nos hace un gran favor al trazarnos un reto.
Cuando se buscan ideas para crear emprendimientos, son más los bloqueos que las iniciativas para hacerlo. Nos topamos con pensamientos saboteadores, personas tóxicas y ambientes hostiles, y estos encuentros son esenciales y necesarios porque de ellos nos formamos como humanos y profesionales. Las cosas malas de la vida son indispensables, que tan malas sean dependen de nuestra actitud al enfrentarlas.
Debemos tener muy claro que la mente humana trabaja de formas asombrosas cuando se trata de mecanismos de defensa que al mismo tiempo se convierten en excusas para dejar de hacer. Es complicado controlar lo que pensamos y en ocasiones esa acción nos conduce a abrumarnos con nuestros pensamientos.
Este intento de control que puede transformarse en una lucha infructuosa y llevarnos al borde de un ataque nervioso, tiene tiene solución, y es la de cambiar la saturación mental por el baile, sí, ¡el baile! Imaginemos que estamos en una sala de baile haciendo una coreografía donde hay que intercambiar de parejas constantemente, la mayoría de ellas no comprenden nuestro ritmo ni nosotros el suyo, así que rítmicamente vamos pasando a la siguiente, y a la siguiente, hasta encontrar aquella que comparte nuestro compás. En un español más claro, utilizar elementos que dispersen los momentos de bloqueo mental y que rompan la rutina, esto debe ser una actitud diaria y con acciones distintas, y quédate con aquellas que te den compás y armonía. Haz cosas de ocio que jamás te atreverías a hacer. Un emprendedor es atrevido y se innova a sí mismo. Pero si lo tuyo no es el baile, intenta con la meditación y el sabio consejo del monje budista Mingyur Rinpoche, de considerar nuestro pensamiento como un mono. Cada vez que este mono esté insoportable debemos darle algo para trabajar: la conciencia de la respiración. De ahí viene el milenario consejo de «tranquilo, respira hondo y será más fácil ver la solución». Chequea los vídeos de Mingyur en su canal de Youtube, te sacarán varias sonrisas además. Ya tienes para escoger, baile (movimiento corporal) o meditación (movimiento mental) y estoy segura que hay miles de soluciones más para poner nuestros pensamientos en su sitio. Explora. Un emprendedor siempre explora.
Ya con nuestros pensamientos en su lugar, debemos asegurarnos de estar rodeados de personas con sentimientos auténticos e inteligentes. Cuando se emprende, una de las herramientas más valiosas es la comunicación y por tanto el «networking». Comunicar nuestra idea, hablar de nuestro propósito y compartir nuestras proyecciones. Conozco personas que no lo hacen por evitar el robo de su idea y la guardan lo más secretamente posible, tipo área 51. El temor atacando de nuevo. Esta decisión de no comunicar, no es otra cosa que confirmar que el ambiente en el que habitamos nos genera desconfianza. Cuenta tu idea!, habla con personas con intereses afines, comparte, comunica y verás como, de la nada, habrás hecho una labor de «networking» integrada por posibles inversores, proveedores y clientes, y mejor aún, sabrás si tu idea no es tan descabellada y tiene futuro. Ya lo habrás captado, hablar de tu emprendimiento ya es hacer negocios y sin darte cuenta has tumbado otra gran muralla de temor. El temor es tu otro yo retándote a materializar, a actuar. Así que actúa, comete errores -sin repetirlos-, aprende y mejora. Un emprendedor siempre actúa, y vence en batalla justa a sus temores… o baila con ellos.
Gracias por leer y nos vemos en la próxima vaina.
Sandra.